Dejé de ver los juegos de caramelo como suerte: aprendí que son un ritmo. Como artista digital de Brooklyn con alma Figma, convirtié mis apuestas diarias de $5 en rituales emocionales. Esto no es juego: es diseño.

Crecí en Brooklyn, donde las calles brillaban con luces de caramelo y sueños de salas de juegos. Esto no es solo un juego: es un ritual. Codifiqué mis victorias en laberintos de azúcar diseñados, donde cada giro es un abrazo del universo.

Crecí entre luces neón y ritmos hip-hop en Brooklyn, donde cada giro en la máquina era un cuento emocional, no un juego de azar. Descubre cómo el diseño conductual convierte el caramelo en memoria.